miércoles, agosto 29, 2007

1001 discos que hay que escuchar antes de morir

Finalmente me compré este libro, sucesor de la saga comenzada con "1001 películas que hay que ver antes de morir". En Santiago estaba carísimo, así que lo encargué a Buenos Aires donde me costó 10 mil pesos menos.

Diría, entonces, que comencé a pavimentar el camino para poder morir tranquilo, habiendo comenzado a escuchar los 1001 mejores álbumos de todos los tiempos. Desde 1950, año en que Fidel Castro se convierte en "presidente" de Cuba; Hawai pasa a ser el quincuagésimo estado de Estados Unidos; Hitler es declarado oficialmente muerto; se lanza al espacio el primer satélite; y se inventa el "hula hoop".... hasta la década del 2000, en que nace el iPod; se instaura el Euro; las fuerzas aliadas invaden Irak; y se estrena la serie The Osbournes en MTV.

¡Mucha agua ha corrido bajo el puente! Y más que agua, una cantidad de música difícilmente convertible en un paquete entregable a través de un libro, independiente de sus 960 hojas. 1001 discos... es toda una joya de colección. Podemos discutir acerca de decenas de álbumes que tal vez no deberían estar en la lista y otros que sí, pero esa es una discusión eterna e infértil.

Si el prefacio de Michael Lydon, cofundador de la revista Rolling Stone, es espectacular y tiene historias memorables, la introducción del propio autor es sencillamente MAGISTRAL, llena de frases notables. Robert Dimery nos da la bienvenida a un libro muy bien ilustrado, en donde participan más de 90 selectos críticos internacionales. Dimery termina su introducción diciendo:

Espero que la mezcla de artistas y géneros aquí dispuesta os resulte estimulante como introducción a algunos de los mejores álbumes grabados en los últimos 50 años. Puedo asegurar que yo he aprendido una cantidad alucinante de detalles en los meses en los que me dediqué a este libro con auténtica fruición. Y me gustaría decir una última cosa: la música es algo con lo que nunca se puede sufrir una sobredosis.

¡Magistral! ¡Notable! Bueno... este libro es, hasta el momento, la Biblia de la música moderna. Así lo he comprobado en mi viaje que comienza con "In the wee small hours" de Frank Sinatra y termina con "Get behind me Satan" de The White Stripes, pasando por Miles Davis, Bob Dylan, The Beatles, Jethro Tull, Syd Barret, Pink Floyd, Killing Joke, Metallica, Bon Jovi, Iron Maiden, R.E.M, The Smashing Pumpkins, U2, Slayer, Venom, y Franz Ferdinand...

Bien. Ahora a lo mío... en una de mis últimas entregas, mi amigo Mrx ha comenzado a darme una lista de las canciones que forman la banda sonora de su vida. Yo prometí hacer lo mismo, o al menos algo similar. Llevo días pensando y he decidido compartir, con toda la audiencia, mis 22 canciones favoritas de todos los tiempos. Ha sido muy difícil escogerlas. De hecho aún no termino de decidirme si debería repetir algún artista. Pero comenzaré en este post y habré terminado en 22 posts más. Me gustaría que escucharan estas canciones, en donde habrá de todo (90% rock, en todo caso), que se pongan los audífonos, y las disfruten.

Mi banda favorita de todos los tiempos es Iron Maiden. Con una discografía tan extensa y 3 vocalistas en su historia, es difícil elegir una sola canción que haya formado parte de mi banda sonora. Pero Hallowed be thy name, del álbum The Number of the Beast, refleja a un Maiden previo a su apogeo máximo. Es un tema que ha sido objeto de covers por los más variados artistas y la elegí para comenzar esta entrega. Es un tema que me para los pelos. Se puede escuchar en dos sabores: versión estudio, del álbum de 1982, o en su versión en vivo, con un Bruce Dickinson inspiradísimo conquistando el mercado de los Estados Unidos, provisto de una voz y presencia escénica admirada por millones de personas. El tema y el álbum forman parte de lo mejor del heavy metal de todos los tiempos, y representan lo mejor de lo mejor que haya hecho esta banda británica, que aún sigue demostrando que están vigentes en los escenarios más importantes del mundo.

Si alguien desea de verdad entender el sonido de Iron Maiden, no se puede perder esta canción, que llevo en mi sangre por más de 15 años. Up the irons!!





miércoles, agosto 22, 2007

Mi prima "detenida" en Rusia hace 70 días

Como ya se habrán enterado por las noticias, Roxana Contreras, chilena, 29 años, estudiando un doctorado en USA, MI PRIMA, fue detenida en Rusia hace exactamente 69 días. ¿La razón? Ella compró algunos recuerdos en una feria: medallas y billetes. Lo hizo sin saber que constituían parte del "patrimonio sagrado" de Rusia.

Al llegar al aeropuerto para regresar a Chile (o volver a USA, no recuerdo), la detienen por "contrabando". Todo esto ha sido ampliamente informado el día de hoy por Canal 13, TVN, Chilevisión, Radio Coperativa, Emol.com, etc. Mañana aparecerá en La Tercera y otros medios.

Mi prima está sola en ese país, no ha recibido AYUDA ALGUNA del Estado de Chile. Sus gastos se los está costeando ella con ayuda de la familia. Está pasando las penas del infierno y ARRIESGA 7 AÑOS DE CÁRCEL.

Y resulta que su padre, mi tío, Ministro de la Corte de Apelaciones de San Miguel, lleva semanas pidiendo audiencia con Foxley, quien se la ha negado.

Pero claro, como hoy los medios (benditos sean a veces!!) cubrieron la noticia gracias a todas las gestiones privadas, aparece el Ministro Foxley diciendo que "se han agotado todas las instancias"y que "llevamos 2 meses trabajando" y que no pueden hacer nada más. ¿Es ese el Canciller de nuestro país? ¿Así se defienden los derechos de nuestros compatriotas?

Y Harboe diciendo que "no se puede hacer nada más" y que hay que esperar a que la justicia rusa resuelva. ¿Y si resuelven prisión por comprar unos souvenirs?

Como familia habíamos decidido mantener todo esto en estricta reserva... pensamos que se solucionaría más rápido. Pero mis tíos ya no duermen. E independiente del costo emocional que pueda tener todo esto en algunos familiares que se encuentran en delicado estado de salud, mi tío decidió meter bulla. Mientras más bulla metamos, mejor.

Al parecer, de este "Gobierno Ciudadano" no puedo esperar mucho. Son demasido blandos y se están quedando de brazos cruzados con una pasividad realmente irritante.

¡Fuerza Roxana!

¡Fuerza prima!

Con rabia e impotencia, los saluda,Chuqui

sábado, agosto 11, 2007

Mi ¿último? viaje a Chuquicamata


este post debió haber sido publicado hace 5 días....

Por fin estoy en Calama, en medio del desierto más árido del mundo, II región, Chile. Vengo a despedirme de mi pueblo querido, Chuquicamata. Llegué esta mañana proveniente de Santiago, donde nevaba hace horas. Aquí la temperatura era de 1º a las 9 AM pero la verdad es que con el sol radiante iluminando toda la loza del aeropuerto, sentía como si fuese primavera.

Al cabo pocas horas mis manos ya están secas y partidas, al igual que mis labios, así que lo primero que hice fue pasar a una farmacia y comprar una crema minúscula, un shampoo y el infaltable bálsamo labial.
Voy a estar tan sólo 5 ó 6 días acá, y no aguanto las ganas de recorrer esos cortos (pero a veces interminables) 15 kilómetros que me separan de Chuqui. Quiero estar ahí, en mi casa. Recorrer a pie cada rincón de ese pueblo casi fantasma, tal como lo hice durante tantos años… los más importantes de mi vida.

Quiero volver a hacer ese tour por la mina más grande del planeta, no importa si ya no se puede entrar a la fundición. Me conformo con observar esos camiones gigantes que trasladan el material que más tarde será cobre, y detenerme atónito a contemplar ese inmenso agujero como no he visto otro. La primera casa en que viví en Chuqui está en ruinas hace muchos años. De hecho ya forma parte de las honduras de la mina. El hospital Roy H. Glover, que fue el más moderno y avanzado de Sudamérica hace décadas, también está sepultado bajo toneladas de escombros y rocas gigantes.

Pero hay muchas cosas que sobreviven. Primero, el viento, el frío, el calor y la sequedad. Ese ruido producido por la fuerte brisa que me hace pensar en el fin del mundo. Las anchas calles del centro deben estar intactas, tal vez con más hoyos que antes, y por supuesto con mucho menos movimiento. Mi casa de la Villa Atacama está en pie. Incluso habitada, pero no le queda mucho de vida tampoco. El cine (si no me equivoco el más antiguo de Chile y Latinoamérica), me debe estar esperando con sus pequeñas ventanas a gran altura, rotas producto del tiempo.

Los mineros siguen trabajando (y lo seguirán haciendo hasta que yo haya muerto), desplazándose por las calles en sus típicas camionetas. Ya casi no hay taxis (bueno… si alguna vez hubo no eran más de 5), ni fiestas, colegio, alumnos, profesores, cicletadas, campeonatos de béisbol, fútbol, ping pong, tenis, gimnasia, etc. Ya casi no queda VIDA. Nunca hubo insectos. No sobreviven en la altura. Ver una mosca era todo un hallazgo en aquel entonces.

Viajo porque añoro el sonido que producen mis pisadas al tomar contacto con la tierra. Vuelvo porque quiero sentir el viento y el frío en la cara. Caminar de un extremo a otro. De los 900 a la Auka Huasi, pasando por la John Bradford, la población Bellavista, el regimiento, las pulpería s uno y dos, y el Chilex “nuevo”; de la entrada donde está la garita de carabineros hasta El Bosque, pasando por la Villa Turi, Villa Atacama, Los Hundidos, los Hundidos Reformados, el Club de Obreros, y el centro.

Quiero observar los cerros que me gustaba escalar. Hacer como si estuviera arriba de una bicicleta cuesta abajo por cualquier calle. Todas las calles tienen una gran pendiente. Quiero estar sentado en alguno de los juegos que habían en algunas poblaciones, en donde uno se siente más solo aún y el viento se cuela entre los metales.

Ojalá se arme algún “remolino” (tipo tornado pero en miniatura) cuando venga de vuelta de Chuqui a Calama, todos los días. Quiero “hacer dedo” y estar seguro de que no tendré que esperar que pasen más de 2 vehículos para que alguien me lleve. También me gustaría estar dentro del Chilex, en el gimnasio, y escuchar las melodías que aún deben estar impregnadas en las murallas después de tanta fiesta. O sentir el rebote lleno de eco de alguna pelota de fútbol en las innumerables pichangas que ahí disputamos.

La feria, la Verbena, el kiosco “El Monje”, la plaza, la iglesia, el auditorium sindical, donde una vez vi a Los Prisioneros cuando recién habían lanzado “La voz de los 80”, y donde alguna vez también tocamos con mi banda frente a un público que se agitaba enfervorizado al son de tempranos acordes de Metallica.

Vuelvo a Chuqui porque lo que les cuento no es NADA de lo que yo viví ahí. Son miles de personas que conocí. Recuerdos familiares, amorosos, amistosos, peligrosos, deportivos, aburridos, solitarios, chistosos…

Por eso vuelvo. Porque el pueblo-ciudad-campamento me necesita tanto como yo a él. Porque son pocas las personas que me entienden, y muchas las vivencias que atesoro. Muy equivocado s estaban los profesores, familiares y amigos cuando me dijeron, en diciembre del 93, al terminar mi enseñanza media: hoy se cierra una etapa.

Al menos yo no he podido cerrarla, y me resisto a hacerlo. Por eso vuelvo. Porque tengo raíces ahí y están secas. Voy a echarle un poquito de agua al desierto.