
“Sólo el tiempo desnuda la verdad”, “la verdad al desnudo” o “la verdad sale desnuda de nuestros pozos”, son frases conocidas. Pero, por qué en esas frases se asocia desnudez con verdad si generalmente desnudez es símbolo de pecado (según el génesis) y pecado se asocia a mentiras.
Bueno, los sacerdotes sintoístas se purifican desnudos con el frío del invierno. El yogui se quita el taparrabos para impregnarse de energía cósmica. Los eremitas del desierto prescindían de ropa tanto por humildad como para indicar el ideal que debían alcanzar: "el alma liberada de las contingencias y de ese cuerpo de barro que sirve de prisión, vuelve a su estado original anterior al pecado". En Grecia, la práctica de deporte exigía desnudez. Gimnasia viene del griego gymnos que significa desnudo.
Entonces las ropas serían mentiras y disimulo tanto moral como físico y la desnudez representaría idealmente la pureza moral. Siendo así ¿Por qué nos vestimos? Porque no somos criaturas ideales y le hemos dado connotación erótica y lasciva a nuestra desnudez.
Descartemos algunas hipótesis:
Cuando Darwin llegó a Tierra del Fuego encontró a los nativos desnudos y vio como la nieve se derretía sobre sus cuerpos. Quiso cubrir a uno de ellos del frío y éste, emocionado, tomó la tela y la hizo tiras que repartió entre sus compañeros para que las usaran como adorno. Así que originalmente no es por frío que nos vestimos.
Entre los indios Suyá de Brasil ni hombres ni mujeres sienten vergüenza de verse desnudos, pero se sienten humillados si los sorprenden sin sus discos labiales. Sin ir más lejos, a cualquier niño pequeño lo puedes criar desnudo y mientras tú no le enseñes, no sentirá pudor. La vergüenza como tal, es intrínseca al ser humano, el pudor, es aprendido. Probablemente el vestuario no es el resultado del pudor, sino la causa.
Desde siempre la humanidad ha decorado su desnudez, con aros, tatuajes, pieles y plumas entre otros; y los estudios realizados concluyen que el fin último de la ropa no es práctico, sino el erótico. Sugerir el cuerpo en vez de mostrarlo, lo evoca sin cesar y lo vuelve obsesivo. El vestuario oculta para hacer valioso, atractivo y placentero el revelar de nuevo. Además el vestirnos nos designa un estatus social. Así como en el Paleolítico la utilización de pieles era insignia de logro, hoy los reyes utilizan coronas como símbolo de su estatus.
En conclusión nos vestimos para generar en el otro el deseo sexual, para preservar la especie y de paso convertimos nuestra verdadera imagen (desnudo) en tabú y como lo prohibido atrae, lo convertimos en símbolo de pecado y placer que yo me dedico a incrementar.