
Hay una excelente canción de Pearl Jam que se llama “Rats” (Ratas). Es del álbum V/S, y aparte de ser muy buena musicalmente hablando, tiene frases muy decidoras en las que se compara a estos bichos con los seres humanos y la sociedad.
“...they don't push, don't crowd
don’t drink the blood of their so called best friend
don't shit where they're not supposed to
don't oppress an equals given rights
starve the poor so they can be well fed…”
Debo reconocer que en mi condición de Chuquicamatino, nunca en mi vida había visto a un ratón así, de cerca, como el otro día en mi casa. ¿Qué tiene que ver Chuqui en todo esto? Es que en Chuqui, debido a la altura y la sequedad, casi no hay flora ni fauna. Ni moscas ni arañas ni hormigas. Encontrar una mosca en Chuqui era toda una extrañeza, un suceso. Pero eso es otro cuento...
Después de tener mi mayor acercamiento a los ratones con Tom & Jerry, de un tiempo a esta parte he tenido más de un encuentro cercano con estas curiosas, asquerosas y astutas criaturas. Ya en diciembre había matado dos lauchas en mi casa, a escobazo limpio, escuchándolos chillar. Me quedó grabado ese sonido que emiten cuando los revientas. Es cerdo. Pero ahora se han puesto muy pillos. Esos bichos son superiores a nosotros, es increíble. Yo, de verdad, les tengo cierto asco, pero no puedo hacerme el llorón o desentenderme y dejar a la Carito y a mi mamá con cara de película de terror. A lo macho no más.
El tema es que se meten por cualquier parte. Son rápidos y astutos como ningún otro animal en el mundo. Repito que realmente no conocía a los ratones o a las lauchas, excepto una alumna que tuve una vez y que era muy, muy pilla pero a la hora "D", se escondía...
Sin embargo, pese a que en diciembre mi caza había sido exitosa, esta semana aparecieron dos más y no los pude matar. Hay uno metido en el zócalo de los muebles de la cocina. En mi casa andan todos espirituados, inclúyome. Miro hacia abajo y no me fijo por donde camino, sino más bien qué cosa piso!!
De todas formas ya tengo mi guante y mi escoba para ejecutar el plan que tengo en mente, de aparecer de nuevo esas ratas asquerosas. Consiste en apalearlos con la escoba hasta que queden medio atontados, pero que aún se puedan mover lentamente. Y luego, guante en mano, lo agarro de la cola y lo llevo al lavadero que me va a estar esperando con agua y un tapón.
Ahí va a morir cada uno de ellos por inmersión. No importa que se retuerzan en mi mano. No importa que me quede ese sentimiento pegado por años.